domingo, 4 de junio de 2017

El sueño de Arrhenius sigue vivo

Los ingredientes para la vida que llegaron de fuera de la Tierra”, como puedes leer en Materia en una interesante entrevista con Luisa Lara, astrofísica y cazadora de cometas. El sueño de Arrhenius, la panspermia u origen extraterrestre de la vida, sigue por tanto vivo, aunque solo en una versión blanda: no es que la primera bacteria llegara aquí desde el espacio (panspermia dura), sino que se formó aquí con unos materiales químicos llegados del espacio (panspermia blanda). Científicamente no es lo mismo, pero filosóficamente tiene un alcance similar. La Tierra joven no era autónoma para generar vida. Los componentes esenciales de la biología, la lógica profunda de la química orgánica, nos llovieron del cielo. Puede considerarse una humillación a nuestra ruin parcela del cosmos, aunque también un vínculo que nos une al gran plan del universo, uno en el que somos un producto de las leyes de la naturaleza. Decida el lector si eso le consuela.

Puede considerarse una humillación a nuestra ruin parcela del cosmos, aunque también un vínculo que nos une al gran plan del universo

La panspermia, ya sea dura o blanda, es cualquier cosa menos una novedad filosófica. Hace ya 2.500 años que el concepto apareció por escrito en una obra de Anaxágoras, y seguramente ya era una pieza de tradición oral antes de la Grecia clásica. Tampoco es una novedad científica, pues hay una larga y noble lista de físicos que la han defendido con argumentos: Berzelius, Richter, Kelvin, Helmholtz y Arrhenius, por no mencionar a los más recientes Hoyle, Wickramasinghe, Crick y Venter. Algunos de estos científicos apuestan por la propagación de la vida —en forma de algo parecido a nuestras bacterias— a bordo de meteoritos, asteroides o cometas, y otros prefieren una mano conductora en forma de civilización tecnológica que expande sus esporas con los cohetes más avanzados.
La gran bióloga Lynn Margulis, que murió hace unos años, se partía de risa con todas esas hipótesis panspérmicas de los físicos. Decía que no habían entendido la naturaleza profunda de la vida, sus principios generales de autoorganización, su lógica autoalusiva. Como la mayoría de los biólogos, Margulis creía que la vida se había originado en la Tierra a partir de sus meros componentes químicos, las mismas moléculas que forman hoy el corazón metabólico de cada una de nuestras células. Margulis también se reía de que la panspermia no resolviera ningún problema científico ni filosófico. Solo lo desplazaba a otro lugar anterior, como un mal político.

El ADN, la llave maestra de la evolución humana

El ADN es la forma en que la crianza se graba en nuestra naturaleza. El zoólogo y escritor británico Matt Ridley lo llama nature via nurture, a la naturaleza mediante la crianza, en una solvente paráfrasis del dilema galtoniano. Esta es la clave para entender el ADN como objeto de polémica.
Pese a la actual manía de las redes sociales, el mejor índice para evaluar la importancia de un problema sigue siendo la edición de los mejores libros. Y el ADN se ha llevado cuatro de estos óscar en los últimos meses. Mi gran familia europea, de Karin Bojs; El ADN dictador, de Miguel PitaEl gen, de Siddhartha Mukherjee, y Breve historia de todos los que han vivido, de Adam Rutherford.
El cáncer es un buen ejemplo para ilustrar las complejas armonías internas de la cuestión “hace o se hace” que centra nuestro debate
Tomemos el cáncer. Pocos cánceres son hereditarios, pero todos son genéticos, porque se deben a una acumulación de mutaciones en el texto del ADN de nuestras células. Cada una de nuestras neuronas o de nuestras células del hígado lleva una copia del genoma humano entero y gracias a eso puede funcionar. El ADN no es solo el vehículo de la herencia de padres a hijos, sino también el manual de funcionamiento de cada una de nuestras células durante toda nuestra vida.
El tratamiento del cáncer ya se está beneficiando de la tecnología del ADN, pese a que la oncología genómica está solo en sus comienzos. Los líderes de esta disciplina, como Bert Vogelstein, calculan que los principales tumores se deben a la acumulación a lo largo de la vida de media docena de mutaciones clave de entre las miles que acumula cualquiera de nuestras células, y en particular las cancerígenas. Estas mutaciones son distintas en cada tipo de tumor. En las mujeres con cáncer de mama, por ejemplo, ya es una práctica común analizar sus genes clave, porque de ello depende el tratamiento óptimo, sea una modesta quimio o una radical extirpación preventiva de las mamas. Esta estrategia se está generalizando en otros tipos de cáncer. LEER MAS....

Por qué nuestros hijos podrían heredar nuestros vicios

Se cree que las plumas de los dinosaurios no surgieron porque les facilitasen el vuelo. Las primeras utilidades que favorecieron su selección fueron, posiblemente, que ayudaban a mantener la temperatura corporal o servían como reclamo sexual. Después empezaron a ser el soporte para realizar modestos planeos y millones de años después el resultado de aquel proceso se observa en las aves que surcan los cielos. Una adaptación similar es la que sirve para volar a algunos humanos, en este caso con drogas.El sistema de recompensas naturales de nuestro organismo apareció porque nos empujaba a buscar cosas que facilitan nuestra supervivencia. Sustancias como la cocaína realizan sus efectos a través de los mecanismos de recompensa que nos hacen sentir bien cuando saciamos la sed o el hambre, pero con un efecto mucho más intenso. Estas vías para asegurar que buscamos agua o comida se han visto favorecidas a través de la selección natural pero también están detrás de las adicciones.
Desde hace tiempo, se sabe que hay factores genéticos heredables que pueden hacer a una persona más propensa a sufrir una adicción. Amplios estudios con gemelos han mostrado que el riesgo de abusar de las drogas es heredable hasta en un 60% de los casos. Esto se ha relacionado con variaciones en el genoma, pero esas particularidades no explican el fenómeno del todo. En los últimos tiempos, se están acumulando pruebas de que algunos cambios que se producen en las marcas químicas que el estilo de vida agrega al genoma, lo que se conoce como epigenoma, también pueden transmitirse a las generaciones posteriores. Eso sucedería también con la vulnerabilidad a las adicciones. LEER MAS....